domingo, 4 de noviembre de 2012

MADRID ARENA, ESPAÑA CAL


Una de cal y otra de arena. Para rematar mezclamos arena y cal con fango putrefacto. España es un país con demasiados estafadores, malversadores, prevaricadores, mentirosos y delincuentes sin escrúpulos. A pesar de los escándalos, de todo tipo, aún campa a sus anchas en España la codicia; como si no hubiese sucedido nada desde finales de 2007 cuando el gran globo inmobiliario empezó a perder aire mostrando lo miserables que podemos llegar a ser.

La tragedia del Trhiller Music Park en Madrid Arena -durante la madrugada del 1 de noviembre- en la que han perdido la vida cuatro jóvenes, Belén, Cristina, Katia y Rocío, se podría haber evitado. Una mejor organización de seguridad preventiva, distribución por áreas de los asistentes y sobre todo un estricto control del aforo permitido para no ser sobrepasado en ningún momento, habrían la avalancha mortal.

La máxima que muchos empresarios de grandes espectáculos sí respetan es la de no sobrepasar el aforo permitido. Es ilegal sobrepasarlo y pone en peligro a los asistentes. No respetar el aforo es una irresponsabilidad que puede tener consecuencias fatales. Este evento, que acabó con muertos y heridos por avalancha humana, parecía concebido más como un engendro para ganar dinero que como un festival de música para la diversión sin riesgo de miles de jóvenes. Si en la pista central sólo caben, con seguridad, 3680 personas: No caben más. El resto de asistentes deberían haber tenido otro tipo de entrada, más barata, para acceder a las otras zonas, igualmente con aforo limitado, de Madrid Arena. O los interesados en estar en la pista central deberían haber pagado más siempre con el límite de entradas emitidas según aforo marcado. Es algo básico. Quien transgreda algo así y se salte las pautas de seguridad está exponiendo a todos los asistentes a un riesgo de consecuencias impredecibles.

En este caso el Ayuntamiento de Madrid es responsable civil subsidiario tras el promotor de este desgraciado evento. Un promotor que no está ni al corriente en el pago a la Seguridad Social, al que el consistorio madrileño no rechazó para alquilar Madrid Arena porque la empresa pública Madrid Espacios y Congresos no está obligada a exigir ese requisito, sí la  administración pública pero no una empresa pública -aunque dependa de arcas públicas-. Lo que sí puede hacer la empresa pública, y al parecer no hizo, es controlar el estricto cumplimiento de las normativas de aforo, seguridad y desalojo de un local de propiedad pública arrendado.

Y todo lo que se le ocurre a la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, en lugar de asumir fallos de control, es anunciar que los eventos "de estas características" no se volverán a celebrar en recintos municipales de Madrid. Anuncio hecho con cara de circunstancias y con verdadero pánico escénico. Entonces, si no puede asumir los fallos de control que se han dado en este y posiblemente en eventos anteriores, lo que debe hacer es dimitir por su manifiesta incapacidad para liderar un equipo de gobierno poniendo los puntos sobre las íes, caiga quien caiga. El temor a gobernar es lo peor que le puede pasar a un cargo público. Por ello, debe dimitir y no lo hará porque en España no se dimite: Se aguanta agarrado, o agarrada, al sillón institucional hasta que escampe.

Lejos queda la imagen de aquella Ana Botella a principios de los noventa, esposa del candidato popular José María Aznar que después ganaría las elecciones generales de 1996, pidiendo en los medios de comunicación una regeneración de la política española ahogada por el felipismo. Quién te ha visto y quién te ve, Ana Botella. Ahora, cuando no se trata de una inauguración, ni de un acto para mayor gloria de cargos públicos, es incapaz de asumir la vara de mando y anunciar una investigación interna para ver qué resortes del Ayuntamiento de Madrid han fallado, aunque la gran responsabilidad sea del promotor de la fiesta musical. Por ello, debería tener la decencia de marcharse a casa ya que no piensa ejercer la autoridad pública que el pleno le ha otorgado -los ciudadanos estrictamente no, puesto que las elecciones las ganó el ahora ministro Alberto Ruiz Gallardón-.

Lo publicado, las presuntas irregularidades cometidas en este caso, evidencia que nuestro país sigue instalado en la cultura del dinero fácil y del todo vale. El mercadeo entre políticos y empresarios continúa en la vida española pese a todo y pese a todos. Millones de ciudadanos esperan en vano un cambio de conducta, de control; en definitiva, esperan una ética que no llega.

Por eso es más doloroso ver las imágenes de Madrid Arena con jóvenes aplastados en un embudo absurdo y mortal, porque es la lamentable confirmación de que el ansia de ganar dinero pasará siempre por encima de una sociedad que no quiere ser aplastada, engañada, esquilmada, ni estafada.

*Las dos imágenes que acompañan este texto han sido tomadas en la trágica madrugada del 1 de noviembre de 2012 en Madrid Arena.

1 comentario:

  1. Lisa Forradellas11 noviembre, 2012 13:01

    Se podría haber evitado y hay que hacer pagar a los responsables que no supieron o no quisieron evitarlo.

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