martes, 5 de junio de 2012

EUROPA MEDIOCRE, EUROPA MÍTICA


La Unión Europea no ha funcionado bien. No es una unión completa y real.


Llegados a este punto nos preguntamos si Angela Merkel es una figura política mediocre. Brillante no es porque se está hundiendo en esta crisis europea tan perturbadora como larga y severa. Su partido, CDU, lleva 11 elecciones regionales perdidas en Alemania. Las recientes en Renania, se han considerado un gran fracaso electoral de la formación de Merkel. En otoño de 2013, según apuntan analistas alemanes e internacionales, Merkel podría perder las elecciones decisivas que marcarían su final político.

Puede estar defendiendo los intereses alemanes por encima de los europeos pero tampoco lo hace a satisfacción de los ciudadanos de Alemania, de ahí los varapalos electorales. Va remolque de los hechos. Se obcecó marcando límites a los déficits estatales y ahora descubre que ha perdido un tiempo muy valioso para grandes y valientes reformas, necesarias en la Unión Europea. Cerrada a los cambios accede a estudiar posibilidades, presionada por el entorno.

A los inversores alemanes que mantienen, pese a la gran fuga ibérica, más de 100000 millones de euros invertidos en España no les tranquiliza la cerrazón "a todo" de su canciller. Por eso Merkel, tozuda, acabará cambiando su conducción de luz corta, por una de luz algo más larga. Después la historia pasará sobre ella y será parte del pasado.

Entendemos que no quiera intoxicar capitales alemanes con eurobonos contaminados por las deudas procedentes de Grecia, Portugal, Irlanda, España o Italia. Los pobres PIGS revolcándose en el fango de su basura financiera.

No  entendemos que ni Merkel, ni nadie en Bruselas, haya puesto un poco de sentido común al rescate de Grecia: Los números no salen y Grecia no podrá devolver con intereses los capitales prestados por Europa. Es algo que no acabará bien y que se sabía antes de otorgarse la batería de préstamos de rescate a un país asfixiado.

La mediocridad actual europea va más allá de Merkel, se ha instalado en tantos despachos que es difícil encontrar oficinas libres de su terrible infección. Detrás de la crisis económica, no sólo hay un fracaso del sistema, una epidemia de corrupción, hay especialmente una crisis de valores. Y esa es nuestra mediocridad.


En Londres es fácil encontrar fresas inglesas, riquísimas, en cualquier supermercado entre mayo y junio; en España es tarea casi imposible encontrarlas; en Londres la presencia de fresones españoles -más grandes y menos sabrosos que las fresas- es menor que en París.

Los ingleses se han mantenido fieles a su moneda y a sus fresas, imperturbables han seguido adelante sin entrar en el euro. No sin padecer virulencias económicas y desastres financieros. Mientras, griegos -sobre todo-, españoles o portugueses ven peligrar, tras una década larga, su pertenencia al euro y temen un posible regreso a la moneda que ya creían perdida para siempre. Los portugueses acaban de aprobar un nuevo examen de los interventores europeos y podrán recibir 4000 millones de euros más. Es la Europa de los contrastes; rescatadores y rescatados; unidos y desunidos.


Se han perdido años preciosos para unir a los europeos con políticas bancarias, fiscales, de inversión pública comunes y, especialmente, para crear variados mecanismos de control económico para administraciones públicas y entidades financieras que hubiesen evitado las quiebras técnicas que nos afectan. Ahora vienen los lamentos. ¿Habría menos corrupción con una verdadera unión de los europeos? ¿O va unida inevitablemente a la mediocridad y a la incompetencia se haga lo que se haga?

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